El silencio pasa por las últimas corrientes de aire, la respiro, las siento como cuando piso una hoja tras hojas, no resiste el frio y se cristalizan, se blanquea por la inestabilidad. Se aferra a una viejo tablón en medio del mar furibundo, la miro, se desploma, se hunde. Sigo caminado sobre hojas de afeitar, resbalo, me sacudo, me retuerzo, se viene otro más, y otro. Aroma distanciado quebradizos vidrios llueven al mediodía, llueven de medianoche. Oigo la brisa matinal, la lúmina de neón arrebolada, mis manos escondidas, entumidas, mi nariz inexistente. Cielo egoista descarga la ira de una vez por todas, rompe tu himen en miles de gotas. El silencio me recorre los oídos. Da un portazo, el ocaso está a mis pies.