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La Quisca
miércoles, abril 11, 2007

El cielo se recoje, de manera abrupta sobre mis pies, está todo listo para ser ultimado en el último vagón de tren, uno sin rumbo y sin prisa, se viene el silencio, agolpa en los cristales opacos, la sonrisa de una niña perdida se cruza con mi mano en mi boca, el cigarrillo desbocado se consume, se apretan mis dedos, siento el calor hecho humo, lo exhalo y mi corazón se detiene. Una brisa gris me sacude, cae el volantín en los cables y no depende de mi ni de ti, solo cae. Para continuar miro a la izquierda y derecha, el semáforo atento a mi mirada se apaga, nunca me gustó cruzar en las esquinas. Vienen de vuelta, el cielo se recoje ante mi pies, esparcido de cemento huelo a hielo. Se desquitan las vitrinas con sus gritos numéricos, las estatuas de acrilico acribillan a las imbéciles, algunas rubias, algunas ellas, Siento el calor entre mis dedos que se escapan en hileras famélicas de humo. El gris se abre paso, nunca me gustó cruzar en las esquinas, y me guiñas de reojo, y me llevas hasta tu cama, algunas rubias, algunas ellas. No siembro en las orillas llueven olas y ruge el viento, sin rumbo y sin prisa. El cielo se recoje, mi mirada se apaga al suelo, cae el cigarrillo, sin rumbo, sin prisa. La camisa abierta cae sobre la cama, no depende de mi ni de ti, solo cae. Todo está listo para ser consumado. Se rompe la calma y el alma vuela transparentemente negra hasta los sombríos ataudes verdes con blancos. Todo se llena, el balde de playa yace hundido en alta mar y allá está tambien mi inocencia, liviana de cero. La sonrisa de una niña se cruza y la estampita de la virgen se quema, el viento de abril abre la puerta y se aferra como tus caderas a la mía. El cielo se cierra por ultima vez, estoy en la fila, en el último asiento del despeñadero.
Janobe 11.04.07
 
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